Les chemins de l'amour



Les chemins qui vont à la mer
ont gardé de notre passage
des fleurs effeuillées et l'écho sous les arbres
de nos deux rires clairs.
Hélas des jours de bonheur,
radieuses joies envolées,
je vais sans retrouver traces dans mon coeur.
Chemins de mon amour,
je vous cherche toujours.
Chemins perdus, vous n'êtes plus
et vos échos sont sourds.
Chemins du désespoir,
chemins du souvenir,
chemins du premier jour,
divins chemins d'amour.
Si je dois l'oublier un jour,
la vie effaçant toute chose,
je veux dans mon coeur qu'un souvenir repose
plus fort que l'autre amour.
Le souvenir du chemin
Où, tremblante et toute éperdue,
un jour j'ai senti sur moi brûler tes mains.

Jean Anouilh (1910-1987)

Los caminos que van al mar
han guardado, de nuestro paso
flores deshojadas y el eco, bajo sus árboles,
de nuestra risa clara.
Lejanos días felices,
radiante alegría desvanecida.
Marcho sin encontrar su rastro en mi corazón.
Caminos de mi amor,
os busco todavía.
Caminos perdidos, ya no existís
y vuestros ecos han enmudecido.
Caminos de la desesperanza,
caminos del recuerdo,
caminos del primer día,
Divinos caminos de amor.
Si un día he de olvidarle,
pues al fin la vida todo lo borra,
quiero que en mi corazón un recuerdo permanezca
más fuerte que el otro amor.
El recuerdo del camino
donde, un día
trémula y del todo abandonada,
sentí sobre mí arder tus manos.

Traducción: Bel





Canta: Jessye Norman
Música: Francis Poulenc

Noches del mes de junio


Alguna vez recuerdo
ciertas noches de junio de aquel año,
casi borrosas, de mi adolescencia
(era en mil novecientos me parece
cuarenta y nueve)
porque en ese mes
sentía siempre una inquietud, una angustia pequeña
lo mismo que el calor que empezaba,
nada más
que la especial sonoridad del aire
y una disposición vagamente afectiva.

Eran las noches incurables
y la calentura.
Las altas horas de estudiante solo
y el libro intempestivo
junto al balcón abierto de par en par (la calle
recién regada desaparecía
abajo, entre el follaje iluminado)
sin un alma que llevar a la boca.

Cuántas veces me acuerdo
de vosotras, lejanas
noches del mes de junio, cuántas veces
me saltaron las lágrimas, las lágrimas
por ser más que un hombre, cuánto quise
morir
o soñé con venderme al diablo,
que nunca me escuchó.
Pero también
la vida nos sujeta porque precisamente
no es como la esperábamos.






Jaime Gil de Biedma (1929-1990)

In memoriam, siempre.