Todo final siempre espera un principio







Hacía meses que estaba anunciado. No es que las amapolas vayan a enmudecer, pero están sustituyendo el grito por algo balbuceante que aún no sabe qué forma va a tomar, ni siquiera si llegará a hacerlo, pero, si lo alcanzaran, si lograran decir, sería aquí o aquí.




Un último poema de Sylvia Plath y sus amapolas.


Amapolas en julio
Pequeñas amapolas, llamitas infernales,
¿es que daño no hacéis?

Se apagan y reviven. No puedo tocarlas.
En su fuego pongo las manos.  Nada se incendia.
Contemplarlas me consume
llameando así, su rojo ajado y brillante como piel
de alguna boca.

¡Una boca recién ensangrentada
pequeñas faldas sangrientas!

Hay efluvios que no puedo asir.
¿Dónde están tus opios, tus asquerosas cápsulas?

¡Si pudiera desangrarme y dormir! 
¡Si pudiera mi boca unir a una herida así!

Oh, vuestros líquidos rezuman en mí, cápsula de vidrio
apagándose y aquietándose.

Mas, sin color, sin color.  


Poppies In July 


Little poppies, little hell flames,
Do you do no harm?

You flicker. I cannot touch you. 
I put my hands among the flames. Nothing burns
And it exhausts me to watch you
Flickering like that, wrinkly and clear red, like the skin of a mouth.

Like a mouth

A mouth just bloodied.

Little bloodi skirt ! 


There are fumes I cannot touch.
Where are your opiates, your nauseous capsules?

If I could bleed, or sleep!

If my mouth could marry a hurt like that!

Or your liquors seep to me, in this glass capsule,
Dulling and stilling.

But colorless. Colorless.