Opuntia littoralis






Si no fuera por un creciente, extraño y tenaz bloqueo contaría por qué me gustan tanto los cactus, cómo también ellos, extraños y tenaces, consiguen crecer lentamente entre piedras y arena y florecer y hasta dar fruto. Y por qué de entre todos mi preferido es éste, chumberas asociadas para siempre a otros veranos, llenos de esperanza.






 




50 comentarios:

Unknown dijo...

Cactus, yo también lo asocio a otros veranos que, más que cargados de esperanza, yo los siento ahora como más cargados de ilusiones. Planta Mediterránea donde las haya y que igual que sus gentes muestra abiertamente sus armas de defensa o está siempre a la defensiva. Para mí le falta sutileza y le sobra recelo, suspicacia... Eso sí, admiro su voluntad por crecer y ser hermoso en condiciones tan precarias; no sé si es esto a lo que tú también te referías. Por cierto soy nueva en el blog y me encantan algunos de los cuadros. Mostrar el mundo femenino a través de las pinturas me resulta muy interesante. Siempre que viajo me reservo un tiempo para ver pintura y así he descubierto cuadros muy interesantes de mujeres pero que siempre están en un segundo plano. Bel , gracias por esta sección

A dijo...

He comido muchos higos chumbos en los veranos de la niñez. Llenos, sí, de esperanzas.
Un abrazo.

Goliardo dijo...

Fascinante forma de vida los cactus, bellos en su austeridad y aspereza.
Visité varias veces, embriagado, tu maravillosa galería en estos días, y dejé un comentario en I, pero Blogger se lo devoró, y ahora habita sus fauces virtuales. Reflexionaba sobre la secuencia de palabras, sugería sobre la sugerencia.
Todas las imagenes que nos regalaste y su asociación con conceptos despiertan a la reflexión mientras hipnotizan a la contemplación.
Un gran abrazo, querida Bel.

ybris dijo...

"¡Ni se le ocurra!" - me gritó un vendedor de higos chumbos en un puesto callejero de Málaga cuando me vio a punto de coger uno con la mano desnuda - Tardaría mucho en sacarse las espinas que se le clavarían en cuanto lo toque".
Siempre me acordaré de esa anécdota al mencionar las chumberas.
Claro que eso no quita que tenga asociada su tenacidad con la de las hojas perennes del abeto en la canción (que conste que canto sólo como mal tenor en una coral de aficionados):
"O Tannenbaum, o Tannenbaum, wie treu sind deine Blätter!
Du grünst nicht nur zur Sommerzeit, nein, auch im Winter, wenn es schneit." O abeto, ¡qué fieles son tus hojas!/ Verdeas no sólo en verano sino incluso en el invierno cuando nieva.
Efectivamente los cactus son todo un canto a la esperanza del fruto en medio de los ambientes más inhóspitos.
Sabes mirar, amiga. Se nota aunque no cuentes.

Besos.

Belnu dijo...

A mí también me encantan los cactus y me ha gustado verlos aquí. Una época tenía algunos en la terraza y siempre me reía porque los pusiera donde los pusiera siempre me pinchaban al pasar, distraída. Ese pinchazo me recordaba la cueva de los erizos de Schopenhauer que interesó a Freud y que estuvo a punto de titular un cuento mío.
Gracias por estos cactus llenos de sol, como los grillos

Isabel Martínez Barquero dijo...

Hacia los catus tengo sentimientos opuestos: por un lado, los suelo rechazar porque pinchan con saña y soy incapaz de no transplantarlos cuando crecen (y ojo lo que crecen); por otro lado, admiro su capacidad de adaptación a las condiciones más adversas y me maravillan sus flores coloridas al llegar la primavera. Conclusión: tengo algunos, los cuido, pero no adquiriré más porque me pinchan y no me gustan los pinchazos (seré una blanda sin duda).

Una entrada adecuada a los tiempos veraniegos, época de higos (ay, los chumbos, cómo les han gustado siempre a mi familia; a mí, no me van).

Un beso, querida Bel.

P.D.- Espero que ese bloqueo se pase pronto. Ejercita los dedos y no pienses, seguro que salen cosas.

giovanni dijo...

Evocar veranos llenos de esperanza, sea como sea, siempre vale la pena.

O denneboom, o denneboom, wat zijn je takken wonderschoon - o sea, o abeto, qué bellas son tus ramas! (ve el comentario de Ybris)

Pero higo, digo, me acuerdo haberte cortado... y me costó sacar las espinas.

O verano lejano...

Besos

Anónimo dijo...

Me gustan los cactus por su capacidad de supervivencia y sobre todo por su saber vivir con lo minimo.

Conde de Galzerán dijo...

También tengo yo asociada la imagen de las chumberas a mi infancia. Entonces, mi habitación daba a un lugar donde vivían enormes chumberas silvestres. Las denominábamos higueras de moro. Siempre he creído que guardan algún enigma. Para comer su fruto delicioso hay que correr el riego de sangrar y ser torturado durante días. ¡Como pinchan! Algo semejante ocurre con las zarzas de las moras.
Veo que sigues con Cocorosie.
Ptó, Rita.

José Antonio Fernández dijo...

Adaptación al medio y los pinchos como arma de defensa, nunca de ataque.
Abrazo.

A dijo...

¡Uf!, los higos chumbos, traen muchos recuerdos...en los alrededores de mi antigua casa(por lejana en el tiempo)proliferaban las chumberas, como también lo hacía la ginesta...un color especial, un sol ténue a media tarde...delicias de otros tiempos. Un beso, Bel

virgi dijo...

Los "higos picos" de por aquí, querida Bel, son, para mí, de la fruta más exquisita. Un auténtico regalo de los dioses.
Esas plantas ariscas nos ofrecen un lujo sin medida.

Más besos

Clarice Baricco dijo...

Pues qué crees? que amo los cactus. Desde que estaba en la secundaria. Verlos en Arizona fue fascinante. En la actualidad los tengo en casa. Aunque alguna vez una amiga superticiosa me contó algo feo, pero yo no le hice caso, ni le creí.
Otra experiencia maravillosa que tuve, fue cuando visité Oaxaca, y al estar en un museo, me di vuelta para ver por la ventana y mi sorpresa fue encontrarme con un hermoso jardín de cactus. Sentí que el corazón se me salía. No olvido esa escena y la sensación.
¡Oh! Sí, me encantan los cactus.
Lindas fotos y lindo sentir el tuyo.

Abrazos.

PÁJARO DE CHINA dijo...

Bel, intuyo que amás los cactus por su perseverancia en dar fruto, en las condiciones más duras, más áridas, más indómitas. Y ves su extraña belleza, a pesar de ser convencionalmente los parias estéticos de la botánica.

Empujar, empujar, resistir. Como los cactus. Me hiciste recordar los entrañables desiertos de Georgia O'Keeffe.

Un abrazo muy fuerte.

Isabel Mercadé dijo...

Queridos amigos:

Ayer os estuve respondiendo uno a uno y después de haber pinchado en "publicar comentario", los comentarios desaparecieron y en aquel momento me vi incapaz de repetirlos.

Veo que los cactus no os dejan indiferentes y me han encantado todas esas reflexiones sobre su voluntad de belleza en condiciones adversas, sobre su dificultad de acceso, sobre esos sentimientos encontrados, sobre su misterio... ¡mil gracias!

Y un gran abrazo a todos desde este verano sin chumberas.

(Duna, sé muy bienvenida a las amapolas y a este mundo bloguero que puede dar a veces sorpresas preciosas, compañía y hasta consuelo... Goliardo, June, muy bien retornados).

el objeto a dijo...

A mí me pasa lo mismo con los cáctus y los higos chumbos, esos veranos llenos de esperanza! tal vez sí que deberías lanzarte a contarnos más ;-)!!

también yo creo que me gustan por ese "gesto" de contención, de discreción y soledad compartida que desprenden,

un beso

(* dijo...

Un vez me compré un cactus porque en ese momento, así lo sentía, era una planta con la que no dejaba de encontrarme afinidades. Se me murió, Bel. Lo acabé ahogando, soy un desastre, lo sé... ¡Ahogar a un cactus! Algún tiempo después, empecé a ir a sesiones de acupuntura. Con todas esas agujas por todo mi cuerpo retomé de nuevo esa sensación, la de sentirme un poco cactus, salvaje pero tierna, amenazante y protegida... No he vuelto a atreverme a comprar otro, ya ves tú qué tontada, y siguen siendo mi debilidad cada vez que paso por una floristería...

Me gustan estas nuevas amapolas, Bel. Vengo siempre y las respiro, aunque en silencio.

Un abrazo inmenso.

(Mientras te contaba todo esto, he recordado este otro cactus:

http://www.hotelsearch.com/blog_es/wp-content/uploads/2009/03/exposic-gonzalez-250px.jpg)

Isabel Mercadé dijo...


Ah, Vanessa, sobre el hablar más, te comentaba abajo, ojalá.

Sí, es verdad que hay una contención, como un deseo de no invadir un territorio que se quiere solitario con una desmesurada presencia. La generosidad de la discreción...

Un abrazo, querida.

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Preciosa (*

Ya me he dado cuenta de que últimamente estás más silenciosa aquí y allá, por eso te agradezco doblemente que te hayas decidido a decir algo y a traer a ese cactus, todavía más seco y austero que mis chumberas.

Me encantan esos adjetivos con los que te identificas. Como un cactus, alguien que no debe ser ahogado con excesos de atención o de alimento, que hay que dejar en su particular desierto para que florezca hermosamente como ellos.

Un gran abrazo.

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ana. dijo...

en un cactus emana la esencia de la vida crece en medio del desierto, sin amparo y a fuerza de dolor y desconcierto se protege con espinas, pero canta al sol cuando lo toca.

Que lindo espacio, Bel.

Un abrazo

Isabel Mercadé dijo...

Ana:

Muchas gracias por la visita y por tus consideraciones sobre el blog.

Hermosas y acertadas las metáforas. Tal vez casi todos seamos más cactus que árbol o hiedra, aunque nos gustaría vernos como tales.

Un abrazo de bienvenida.

A dijo...

Sobre ahogar cactus: Una vez tuve uno, y cada vez estaba peor, el pobre. Me fui a la India dos meses, lo abandoné... y a la vuelta estaba precioso. No sé si se debe sacar alguna moraleja, pero...

Isabel dijo...

Son duros y los que aguantan más el calor y el frío, además se esmeran en ofrecer una sola flor, pero no puede ser más hermosa. Tengo mi terraza llena de ellos.
Claro que en Sevilla, es natural, sobreviven.

Saludos

Isabel Mercadé dijo...


Ah, Amelia, no sé, eso de abandonar... mejor digamos que los dejaste en paz inconscientemente y sacaremos una moraleja estupenda. ¿Qué te parece?

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Isabel, qué alegría verte por aquí. Imagino tu terraza, debe de ser preciosa... sobrevivirán también porque debes de saber dosificar los cuidados. Qué contentos deben de estar.

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Abrazos a las dos.

(En estos momentos los mosquitos me están masacrando. Les encanta venir cuando estoy en el ordenador).

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Stalker dijo...

Desde esa grieta, inexorablemente: crecemos.

besos

Antonio Martín Bardán dijo...

Hola, Bel.
Me gustan mucho los cactus. Hace años, en mi otro cuarto de estudio, tenía varios de esos pequeños sobre mi mesa, y me encantaba mirarlos. Tienen un aire de desierto que me fascina.

Un abrazo.

Isabel Mercadé dijo...


Desde luego, Stalker, la grieta parece inexorable. De lo que dudo, a veces, es de si crecemos. Ojalá.
Me ha alegrado encontrarte aquí.
Un beso.

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Y también de encontrarte a ti, Antonio, con lo ocupadísimo que estás :-).
Abrazos.

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Mertxe dijo...

Soy nefasta para las plantas. Acabo de dejar muy desmejoradas las que me confió una amiga y 'compatriota' que andaba de vacaciones. Me esforzaba en todo tipo de mimos, hasta les daba conversación (a su manera vegetal participaban), pero ha sido inútil. Geranios desflorados, gardenias por los suelos... Un desastre. Los cáctus, si me animo a tomarme en serio la jardinería, serían buenos cobayas. Veremos...

Un abrazo mataronino, ma fille.

Isabel Mercadé dijo...

Mertxe, no creas, a mí me pasa un poco lo mismo. Y, sin embargo, misteriosamente, algunas, no sé bien por qué, crecen y florecen ufanas y felices. No hay que rendirse :)
Un beso.

Gonzalo Villar Bordones dijo...

otros veranos con más agua y más risas.

Beatriz AA dijo...

Hace dos años nos regaló una señora en Galicia un montón de cactus (más de los que cabían en el maletero repleto del coche) de su cuidado y heterogéneo jardín (por cierto, aprisionado entre un centro comercial y una gasolinera, oculto a los ojos de los viandantes), que siguen viviendo tan campantes en nuestra terraza madrileña, aguantando heladas y 40 grados, y ofreciendo de vez en cuando una flor roja que sólo se deja ver al atardecer... ¡Nunca imaginé que los cactus vivieran también felices en Galicia!

Un beso Bel

Isabel Mercadé dijo...


Hola, Gonzalo, exactamente, más agua, más risas y más esperanza.
Me alegra verte por aquí.

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Beatriz:

¡Qué agradable sorpresa tu visita!
Pues sí, tampoco yo tenía idea de eso. Va a resultar que son no sólo resistentes, sino también mágicos.

Otro beso para ti.

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Belnu dijo...

Yo no dudo de que los cactus sean mágicos! Con toda esa agua acumulada en su interior y las espinas y púas fuera y el sol que recogen y el paisaje...

Belnu dijo...

Y por qué en mi ventanita-link dice que hace unas horas de este post tuyo? Misterioso servidor...

Isabel Mercadé dijo...

Querida Belnu, misterioso servidor, sí, pero no mágico como los cactus... eso es, agua acumulada en el interior esperando florecer...

Belnu dijo...

Y sigue! Ahora me dice que has posteado hace un día! En efecto, el servidor, más que misterioso es arbitrario y sin magia... En cambio los cactus... Te dije que estoy tomando un producto hecho a base de cactus del Kalahari?

Isabel Mercadé dijo...

No... ¿para qué?
Que tengas un viaje estupendo, lleno de cactuas, agua, sol y esperanza.

Belnu dijo...

Gracias! Ya te contaré, del cactus y del trayecto...

Isabel Mercadé dijo...

Ah, sí, ya sabes que los cuentos me encantan...

mjromero dijo...

A mí no me gustan especialmente los cactus, quizá porque soy demasiado espinosa yo misma.
En casa de mi bisabuela había uno enorme, los higos eran muy ricos, todos los niños que jugamos en aquella quintana probamos sus espinas y sus frutos(los recogían con unos guantes especiales).
Una planta para ver de lejos y no tocar.
Un abrazo grande.

Isabel Mercadé dijo...

Ah, pero tú eres deliciosa por dentro... y también los cactus, a su manera oculta, llenos de agua y germinando sus flores lentamente. Ahora me he acordado también de las moras que comía con mi hijo camino de la playa antes de que la especulación acabara con aquel sendero. Muchas cosas deliciosas se ocultan entre espinas.
Un beso.

Jose Zúñiga dijo...

Te descubro hoy. Doy vueltas por aquí. Descanso. Creo que me quedarñe para siempe.

mjromero dijo...

Bel,
yo aún como moras cuando voy al pueblo, 'los bardiales' ahora mismo están llenos de moras rojas y las maduras casi negras...
En las ciudades ya apenas hay 'bardiales'(palabra asturiana), hay muros, paredes, vallas...
Un abrazo.

virgi dijo...

Entro en la conversación sin permiso...
A mí me chiflan los higos de las tuneras, son de la fruta más exquisita que paladeo.
En cuanto a los "bardiales", aquí decimos algo parecido "bardos".

Besos a las dos, sensibilidades deliciosas.

Isabel Mercadé dijo...


José:

Que consideres éste un lugar de reposo es para mí todo un piropo. A mí me encanta llegar a uno de esos lugares que te rescatan un poco del ruido de fuera.
Sé muy bienvenido.

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Alfaro:

No sé por qué esa palabra está llena de ecos para mí, pues creía no conocerla. Y desde que la he leído, una frase extraña no deja de asaltarme melancólica y dulcemente: "mi vida como un bardial". Y ni idea de por qué, qué significa. En cualquier caso, gracias mil (es preciosa), y un beso.

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Virgi:

Pero, bueno, si ésta es tu casa. Es una gran alegría verte por aquí. ¿Bardo? ¿De veras? ¿O sea que a esos lugares de cuento llenos de moras se les llama como a los antiguos poetas?

Gracias mil también, con otro beso.

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nuria ruiz de viñaspre dijo...

me encanta tu nuevo traje, y adoro aún más a coco rosie..... gracias por todo eso que nos das, altuistamente......
N.

Fco dijo...

Pues a mí no me gustan, querida Bel. Los encuentro demasiado concentrados en su propia subsistencia para darse... aunque algunos hay que regalan flores y todo, son adornos parcos como de papel... Muy autodefensivos, desconfiandos de todo lo ajeno, se recubren de puas en una suerte de ataque preventivo.

Me recuerdan a ciertas personas,con heridas nunca cicatrizadas, paralizados en su dolor siempre revivido, que reciben de uñas hasta que están ciertas de que no llevas mala intención y que, quizás, hasta eres mejor que ellos y todo.

Un abrazo.

Isabel Mercadé dijo...


Gracias a ti, Nuria, por estar siempre de alguna manera. Aún recuerdo que fuiste la primera persona que dejó un comentario en esta blog.
Un beso.


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Fran:

Como nos sucede con frecuencia, no coincidimos, pero, qué importa, lo que importa es que estamos ahí, mirando, escuchando al otro.

Un abrazo para ti.

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Cynara cardunculus dijo...

Amanace...
tengo hambre
me levanto de la cama
cruzo la habitación hacia el salón
como siempre
y miro
por la ventana
la ventana rota
por los cristales
los cristales rotos
por donde hubo un día cristales
una mujer tendida en una acera
que no se mueve
y un hombre escondido en un baúl
cuyo único anhelo
porque yo lo sé
es morirse de hambre
morirse
antes de que lo descubran
se pueden escuchar desde aquí sus gruñidos.
Entre sus gruñidos
he visto algo moverse
veo algo que se mueve
algo se mueve con violencia
furtivo
voraz
canino
es un perro
devorando el cadáver
de una mujer embarazada
le cuelgan restos del cordón umbilical de las orejas.
Estamos en guerra
sepan
que estamos en guerra
y que mi habitación
el salón y el resto de la casa y la acera
está sucia,
un hedor insoportable a heces y orina proviene del baño,
un hedor insoportable,
y hace cinco días que no salgo a la calle
sepan
que tengo hambre.
Mirar por la ventana es peligroso
yo lo sé
sepan que es peligroso
porque yo lo he visto
hay francotiradores
están apostados en lo alto de los tejados
y disparan a todo lo que se mueve y su puntería
mata
pero ésta
mirar por la ventana y observar la guerra
es la única distracción que tengo
desde que cortaron la luz,
desde que cortaron la luz y el agua y el gas y el teléfono
porque sepan
sepan que la guerra no presta atención más que a la guerra
que en la guerra no hay distracción que no sea la guerra
que todo lo que rodea a la guerra se torna guerra
y gira en torno a ella
y no se puede huir de ella.
Ha pasado una patrulla,
no he podido distinguir el color de sus uniformes,
da igual
aquí da igual
al perro ya le da igual
con el que se han divertido jugando al tiro al blanco.
Y sin embargo
al menos
podemos decir que murió satisfecho
que fue una muerte rápida
que pudo saciar su hambre
antes de que lo encontraran,
porque con un hombre
no hubieran sido tan generosos.
Ahora
y mi cuerpo tiembla al conjugar esta idea
sepan que sólo hay dos tipos de hombres
ahora,
los que están dispuestos
a matar
y los que deben
esconderse,
sepan
que hoy tampoco podré salir a la calle,
tengo hambre.
Me da miedo pensar que para alimentarme
he de engendrar un valor que no poseo,
una inspiración
que me guíe entre las balas y los cuerpos muertos
en busca de alimento,
no quiero morir
sepan
que no quiero morir
estas paredes
yo lo sé
son mi condena
pero he de elegir
y prefiero esta muerte
esta muerte pacífica de la pérdida de los sentidos
a el dolor
a la tortura que practicarán conmigo los hijos de la patria.
Y entonces
¡qué puedo hacer!
¡quién puede ayudarme!
si yo
yo no soy un hombre valiente
ni dotado de cualidades especiales
si yo no soy un superviviente.

Cynara cardunculus dijo...

Atardece...
tengo hambre
he de tomar una decisión
sepan
que es vital
tomar una decisión
he de tomar una decisión
y me dirijo a la cocina
y caliento el cuchillo
el cuchillo de la carne
al rojo vivo
y coloco mi mano
mi mano izquierda sobre la encimera.
El cuchillo se hunde en la epidermis
produciendo un hedor nauseabundo
y doy el primer corte,
no puedo evitar emitir un aullido gutural ante el espectáculo de carne abriéndose
que es mi propia carne,
e intento dar un segundo corte y todo se vuelve negro.
Estoy en el suelo
con la muñeca abierta
abierta en una herida
cauterizada
y el cuchillo
en la otra mano,
recuerdo lo que ha pasado
tengo hambre.
Vuelvo a calentar el cuchillo
estoy agotado
no sé cuánto gas le queda a la bombona de butano
tengo que darme prisa
pienso
y cojo el cuchillo con decisión
y llego al hueso
en el primer corte
y sierro el hueso
con fuerza
puedo sentir cada partícula ósea de mi esqueleto
retorciéndose por la tensión
estoy a punto
de volver a desmayarme
me gustaría arrancarme la mano de un bocado
pero antes debo acabar lo que he empezado
pienso
y doy el último corte
y caigo al suelo
exhausto,
el muñón está sangrando
estoy sentado sobre un charco de sangre que baña todo el suelo de la cocina
que es mi propia sangre
toda mi sangre
que se derrama fuera de mi cuerpo tembloroso
irremediablemente
tengo que volver a calentar el cuchillo
pienso
y cerrar la herida
antes de perder por completo el conocimiento,
entonces veo la mano
solitaria
sobre la encimera
escucho gruñir a mis tripas
y no puedo evitar sonreír
mientras pienso que hoy por fin habrá cena.

Bonitos cactus, por cierto...

Isabel Mercadé dijo...

¡Vaya! Me he dicho, quién será, el poema es bueno, pero el/la autor/a no pierde desde luego el tiempo en ciertas buenas maneras... y, sin embargo, me recuerdo a algo, a alguien... me alegra mucho verte por aquí, Jon, aunque hayas venido casi de incógnito.